El Presidente Chávez continúa sorprendiendo. Cuando no terminábamos de salir de nuestro asombro por sus declaraciones de amor a la Colombia de Santos, acusa al partido comunista de su país de extremista, extradita a personas vinculadas con las FARC y rechaza vehementemente el terrorismo en todas sus formas.
Por mucho tiempo los colombianos estuvimos convencidos de que el gobierno de Venezuela estaba ofreciéndole abrigo a cabezas de la guerrilla y se hacía de la vista gorda frente a campamentos de las FARC en su territorio. Ahora sabemos, por boca del Presidente Santos, que esos campamentos ya no están en las coordenadas previamente identificadas por el ejército colombiano. ¿Qué pasó?
No acabábamos de salir de nuestro asombro cuando, después de una llamada del Presidente Santos para advertirle de la inminente llegada a Maiquetía de Joaquín Pérez, presunto representante en Europa de las FARC, lo detiene y extradita rápidamente a Colombia.
El partido comunista venezolano y otros grupos acusaron al gobierno de traición y llevaron a cabo protestas públicas. Como respuesta, el Presidente asumió la responsabilidad por esta decisión y afirmó: “a mí no van a estar chantajeándome aquí, nadie, ni de la extrema izquierda ni de la extrema derecha”. Pero la mayor sorpresa vino cuando denunció a dichos grupos de reunirse con las FARC, y hacer “planes para montar en Venezuela unas bases de la guerrilla colombiana a espaldas de todos nosotros”.
¿Es ese el mismo Chávez, algunos de cuyos ministros supuestamente se reunían con jefes de la guerrilla en sus campamentos? ¿Las razones para estas volteretas de Chávez son meramente internas o internacionales?
El Presidente de Venezuela siempre ha sido vocal y agresivo en sus ataques al “imperio del Norte”, al gobierno de Bush y, recientemente, al Presidente Obama. Mientras tanto, ha mantenido las relaciones económicas con ese país y sus exportaciones de petróleo. Es la faceta de Chávez el pragmático frente a Chávez el ideólogo y agitador.
Así mismo, había protestado frente a las acusaciones de los Estados Unidos de no colaborar en la lucha contra el terrorismo. Pero es que para el presidente venezolano, por lo menos hasta ahora, las FARC no son una organización terrorista. Es un grupo insurgente. Recientemente, parece estar cambiando su tesis y haciendo esfuerzos notorios para que no se le acuse de estarlos apoyando. “Yo no fui, fueron otros extremistas”, es lo que está significando.
En otros frentes internacionales, el cambio de Chávez, no por lo sutil ha dejado de ser claro. Con ocasión de los ataques de la OTAN en Libia, reiteró su amistad con Gadafi, pero se desmarcó de sus decisiones al señalar: “yo no puedo decir que apoyo, o estoy a favor, o aplaudo cualquier decisión que tome cualquier amigo mío en cualquier parte del mundo, no, uno está a distancia”. Se ofreció entonces para buscar una solución política internacional al conflicto en ese país.
A raíz de la muerte esta semana de Osama bin Laden, a manos de comandos norteamericanos, las piruetas del comunicado de la cancillería venezolana son esclarecedoras. Por supuesto, protesta por la violación de la soberanía de Pakistán. Califica el “método” empleado por los Estados Unidos como bárbaro e ilegal. Pero se refiere a bin Laden como “connotado terrorista” y “sombrío personaje”. De manera no menos sorpresiva, expresa su solidaridad con el pueblo de los Estados Unidos y, especialmente, con las familias de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre. Finaliza condenando “irrestrictamente al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones y su repudio a todas las formas de violencia”.
Hasta esta semana podía pensarse que el abrupto cambio de Chávez frente a Santos, personalmente, y frente a las FARC, se debía a razones puramente internas y pragmáticas. El debilitamiento en las relaciones y el comercio entre los dos países ha perjudicado la economía y golpeado a los consumidores venezolanos. Cuando se acerca una nueva elección, Chávez debe buscar soluciones a la escasez de productos y a la alta inflación.
Pero sus sutilezas frente a la situación en Libia y la muerte de bin Laden sugieren algo distinto. Se está cuidando, parece preocupado.
Los levantamientos populares en los países del Medio Oriente y Norte del Africa, constituyen un preaviso para muchos caudillos y tiranos. Los pueblos están pidiendo más democracia. Exigen no sólo el derecho a tener voz, sino a participar en las decisiones. Se están revelando contra aquellos que se anclaron en el poder por muchos años. No obstante las riquezas petroleras y los altos subsidios que ellas han permitido, la gente protesta fuertemente contra la corrupción. Y la comunidad internacional, con la bendición de las Naciones Unidas, los está escuchando y comenzando a apoyar en su rebelión.
En esas circunstancias, Chávez parece estar sacando algunas enseñanzas: ningún país está exento de que el pueblo cansado, finalmente se rebele. Debe mejorar las condiciones de vida de las clases medias, que son las que empujan las revoluciones. Debe cuidarse bien de no continuar apareciendo como protector de terroristas. Los Estados Unidos y los países europeos, si lo justifican las circunstancias, terminan por intervenir.
Publicado en el Diario La Opinión.
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