En las próximas elecciones regionales hay que votar. Lo que está en juego es el bienestar y el futuro de su propio departamento o municipio, y la viabilidad de seguir viviendo allí. Es decir, su propia vida y la de su familia. No deje que otros decidan por usted.
La elección por voto directo de alcaldes y gobernadores fue una decisión improvisada, emotiva y equivocada. La tesis era la de que se fortalecería la democracia en Colombia. ¡Nada de éso! La democracia no puede ser medida exclusivamente por la existencia de elecciones.
En momentos en que muchas regiones se encontraban bajo la influencia, y en otros casos, bajo el control de grupos por fuera de la ley, ya fuera de narcotraficantes, paramilitares o guerrilla, se facilitó el que dichos grupos se adueñaran también del poder político. Lo hicieron a través de la elección de alcaldes y gobernadores, bajo la presión de las armas y la capacidad corruptora del dinero. De esa manera, también, dichos grupos ganaron el control de los presupuestos locales y saquearon las tesorerías.
En lo que se refiere a la elección de gobernadores, los departamentos menos fuertes perdieron la posibilidad de contar con un agente del Presidente de la República, que fuera al mismo tiempo su vocero ante los poderes centrales. En otras palabras, perdieron influencia nacional. También se eliminó la capacidad de controlar los municipios, que antes tenían los gobernadores. Se perdió gobernabilidad.
Siempre pensé que la elección de alcaldes y gobernadores ha debido hacerse por etapas, comenzando por las circunscripciones más grandes e institucionalmente fuertes, en donde el poder de grupos irregulares o familias enquistadas en la estructura local estuviera diluido. Al ver lo que viene ocurriendo en Bogotá, ¡hoy hasta dudo de la conveniencia de la elección popular del alcalde de la capital de la República!
Los retos que estamos enfrentando actualmente son monumentales. Después de este invierno, la nación, los departamentos y municipios tienen que proceder, de manera acelerada, a invertir cuantiosos recursos para reconstruir escuelas, barrios y municipios destruidos, ofrecer vivienda digna a las poblaciones desplazadas, recuperar, y ojalá mejorar, las vías que han desaparecido bajo la fuerza de las lluvias. En esta coyuntura, el papel de alcaldes, gobernadores y legisladores resultará esencial.
Así mismo, el gobierno nacional se comprometió con la ejecución del Plan de Desarrollo, que tiene como objetivo esencial reducir los desequilibrios regionales y sociales y fortalecer las divisiones territoriales más débiles. Para ello, los municipios y departamentos tendrán que contar con líderes visionarios, gerentes eficientes y dirigentes sin tacha. Con autoridades que trabajen por el bien de los habitantes de su municipio o departamento, y no en provecho propio. Con alcaldes y gobernadores que sean totalmente inflexibles frente a la corrupción.
Para ello hay que votar masivamente en las próximas elecciones locales y elegir los mejores. Tiene razón el editorialista del diario La Opinión cuando señalaba recientemente que “los ciudadanos de bien tienen que ganarle la partida a los corruptos, a los clientelistas, a los patrocinadores de abusos de poder, a los traficantes de coimas y prebendas, a los depredadores del presupuesto oficial”.
Con las anteriores inquietudes en mente, he diseñado una guía práctica con preguntas que pueden servirle en el momento de tomar su decisión sobre por quiénes votar.
Primero es recomendable tener claro por quién no votar. Algunas de las preguntas que podemos hacernos, para comenzar a descartar nombres, son:
¿Tienen el candidato o candidata, sus padres o hermanos, antecedentes penales?
¿Han sido acusados de enriquecimiento ilícito, o existen sospechas de aprovechamiento de los recursos públicos?
Aunque un candidato no tiene por qué responder por las faltas de sus familiares, los valores con los que creció afectarán sus comportamientos. Así mismo, aunque el candidato sea honesto, sus parientes más cercanos podrán tratar de aprovechar su poder para hacer negocios.
¿Se ha enriquecido el candidato súbitamente?
¿La fuente de sus ingresos y de su capital no es clara?
Analice el partido o movimiento que respalda al candidato y los principales líderes de los mismos.
¿Son personas que hayan sido sancionadas por la justicia por delitos de cualquier tipo?
¿Son reconocidos corruptos o traficantes de prebendas?
Si la respuesta a cualquiera de las anteriores preguntas es positiva, no vote por ese candidato. Si son negativas, examine entonces el candidato, a la luz de las siguientes consideraciones:
¿Está lo suficientemente preparado para las altas responsabilidades que asumirá?
¿Tiene ideas sobre cómo resolver los principales problemas locales y las expresa de manera clara y coherente?
¿Cuenta con una visión sobre el futuro económico y social de la región y está usted de acuerdo con esa visión?
¿Ha sido exitoso en anteriores posiciones que haya ocupado, ya sea en el sector público o en el privado? ¿Ha demostrado capacidad de trabajo y liderazgo?
¿Es valiente y capaz de enfrentarse a la oposición o a grupos de interés que traten de bloquear sus propuestas o proyectos?
¿Está bien rodeado?
¿Tiene sensibilidad social y le duelen los problemas de la gente?
¿Se sentirá usted cómodo y hasta orgulloso de decir, en cualquier parte, fulano o zutana es el gobernador de mi departamento o el alcalde de mi ciudad?
Si las respuestas a todas estas preguntas son positivas, para por lo menos un candidato, no sólo vote decididamente por esa persona sino contribuya con su campaña. Aporte tiempo, esfuerzos y recursos, en la medida de sus posibilidades, para apoyarla.
Si las respuestas para varios candidatos son mixtas, evalúe en qué áreas no es grave hacer concesiones.
Si no encuentra un solo candidato para quien las respuestas sean satisfactorias, salga de todas maneras a votar. Vote en blanco. Deje constancia de su protesta y ponga su granito de arena para que las elecciones se tengan que repetir.
Columna publicada en el diario La Opinión, jueves 19 de mayo 2011
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