viernes, 17 de agosto de 2012

Nubes negras para la oposición venezolana


Las elecciones presidenciales en Venezuela parecen cuesta arriba para el candidato de la oposición, Henrique Capriles. Como diría algún joropo llanero, de esos que tanto gustan al Presidente Chávez, nubes negras cuelgan sobre el horizonte y la oposición todavía no ve el sol.
Desde el comienzo de la campaña, los retos para cualquier candidato opositor parecían muy grandes pero remontables. Los problemas de violencia en el país, de derroche, corrupción, escasez de alimentos y fallas en los servicios públicos, entre otros, hacían prever un nivel de cansancio con el régimen actual que podría estar aproximándose a la saturación.  Más tarde, se creyó que la enfermedad de Chávez y su larga permanencia en Cuba dejarían un espacio que podría ser ocupado por el candidato de la oposición unida.  Sin embargo, el manejo que el gobierno le dio a la enfermedad y la atención constante de los medios, hicieron que Chávez mismo, o su imagen, copara ese espacio. Como el mismo Presidente lo dijo con ocasión de su recaída, “Chávez ya no soy yo; Chávez está en las calles y se hizo pueblo, se hizo esencia nacional”. Y el Mesías venezolano resucitó, con menos energías pero decidido a quedarse en el poder.
La identificación de los sectores populares venezolanos, mulatos, mestizos y negros con Chávez, desde siempre, fue evidente. Se reconocieron en él, lo vieron como uno de ellos. Con sus discursos y promesas, Chávez les fue mostrando que sentía sus problemas como propios y les prometió que asumiría su defensa y protección frente a las oligarquías blancas que siempre los habían explotado. La identidad y la confianza resultantes son factores esenciales para poder ganar elecciones en los tiempos de hoy y para mantenerse en el poder.

Para Henrique Capriles Radonski resulta mucho más difícil demostrar a los sectores populares que es como ellos y que se compromete seriamente a luchar por sus intereses. No solo su piel es más blanca y sus rasgos más europeos, sino que forma parte de una familia “burguesa” con apellidos extranjeros. Como si fuera poco, inició su carrera como miembro de uno de los desprestigiados y casi desaparecidos partidos tradicionales. Cuando Capriles apenas estaba comenzando a identificarse a sí mismo y a proyectarse como el futuro y el camino para una Venezuela mejor, Chávez se le adelantó y lo bautizó con un venezolanismo despreciativo: “majunche”. Es decir, poca cosa, pendejo.

El electorado natural de Henrique Capriles, como candidato de la oposición, se encuentra en los sectores de las clases medias y altas, perjudicados por el gobierno de Chávez, entre aquellos que no comparten la marcha hacia el socialismo del siglo XXI, la radicalización del régimen y la polarización que promueve. Así mismo, entre los que definitivamente se cansaron de las promesas incumplidas y los problemas sin resolver, pese a los millonarios recursos del país y del gobierno.

Pero Capriles ha estado tratando de conquistar votantes entre las clases baja y media-baja. Por ello, su estrategia ha estado centrada en evitar los ataques directos y personales a Chávez, para no producir reacciones negativas entre los chavistas sentimentales, quienes pueden todavía quererlo personalmente, a pesar de estar cansados y desilusionados. Para tratar de atraer a este tipo de votantes, la estrategia parece adecuada. Así mismo, ha venido utilizando la táctica que los asesores políticos llaman de triangulación: tomar ideas y programas exitosos del contrario, reempacándolos y presentándolos como propios.

En el caso del programa de las misiones, la táctica dejó de ser de triangulación y reempaque innovador, para convertirse en apoyo a un programa de sello claramente chavista. Ha aclarado que se compromete a mejorarlas. No es difícil imaginar que los principales beneficiarios del programa, que son los pobres, estén pensando: “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Si no existe identificación con el candidato, no existe la confianza de que cumplirá sus promesas.

En las campañas políticas en Venezuela todavía ocupan un lugar central las grandes manifestaciones populares con discursos, que son transmitidas por los medios de comunicación. Chávez ha innovado creativamente esas formas de movilización, ofreciendo no sólo sus palabras sino la oportunidad de dialogar con los asistentes, a quienes les abre un espacio de participación real. A pesar de que el Mesías resucitado tiene menos energía y hace manifestaciones con menos frecuencia, ellas siguen siendo espectáculos divertidos, en los que hay de todo: patriotismo, sentimentalismo, promesas por doquier, frases punzantes, chistes, poesía, música y baile.

Henrique Capriles no es un orador de plaza pública brillante. Ese no es su espacio ideal. En consecuencia, viene recorriendo el país y yendo a muchos pueblos, aún a aquellos que son pequeños y están alejados de los principales centros urbanos. En sus giras, hace visitas casa a casa. Este esfuerzo monumental parece no estar teniendo todo el impacto que merece, ya que la televisión privada prácticamente desapareció de Venezuela y las estaciones gubernamentales son utilizadas de manera cínica para hacer campaña por Chávez. Para que un candidato nuevo pueda llegar al electorado de los sectores populares, requiere de una exposición grande a través de la TV. A votantes de clase media o alta, puede llegar a través de las nuevas redes sociales y el Internet. Sin embargo, los que en nuestro mundo utilizan estos medios son una minoría.

Mientras tanto, el Presidente Chávez y su gobierno hacen campaña con los recursos del Estado, entregando casas, electrodomésticos y ayudas, con la promesa de que si es reelegido dará más. Todo ello es transmitido en colores y alta definición.

A pesar de ser un candidato joven, fresco, atractivo y telegénico, las ventajas del monopolio gubernamental de los medios electrónicos de comunicación, el uso y abuso del voluminoso presupuesto gubernamental y la falta de controles por parte de otros órganos del Estado, entre ellos los electorales, vienen haciendo que el camino hacia el triunfo de Capriles parezca cuesta arriba.




miércoles, 1 de agosto de 2012

Encuestas e interpretaciones: ni tanto que queme al Santos...

He estado algo silenciosa en este blog y en Semana.com.

Este verano he estado complicada con algunos compromisos profesionales. Sin embargo, hoy publiqué una larga columna de análisis en mi blog DESDE WASHINGTON en Semana.com.

Se refiere al tema de la última Gran Encuesta de Semana sobre la imagen del Presidente y las interpretaciones que se han hecho, muchas de ellas poco técnicas y muy emotivas.

Digo que:

" No es necesario conocer profundamente al Presidente Santos para entender que la última Gran Encuesta de Semana le produjo una gran desazón. Más preocupado, sin embargo, debe estar por el descenso en el apoyo de algunos medios y periodistas generadores de opinión, hasta hace poco sus grandes aliados. La evidente  caída de algunos indicadores de la Gran Encuesta de Semana, ha sido el resultado, no sólo de sucesos graves y errores del gobierno, sino también de un cambio paulatino en el cubrimiento de los medios".

"La dramática interpretación que se le ha dado a los resultados de dicha encuesta en julio es señal del bajón mediático: “El pesimismo inunda al país”, se afirmó. “Bajo este marco sombrío…” se añadió. “A pesar de sus esfuerzos, la Casa de Nariño fue incapaz de detener la tendencia a la baja de los principales indicadores de desempeño”, fue la conclusión".
"Ni tanto que queme al Santos, ni nada que no lo alumbre, diría yo. No todos los indicadores vienen en picada, como lo demuestra una lectura más técnica y menos emocional de los resultados de la Gran Encuesta".
Les advierto que está larga y, en algunos apartes bastante técnica, pero creo que puede ser de su interés.
Pueden leerla en: