Las elecciones presidenciales en Venezuela parecen cuesta arriba para
el candidato de la oposición, Henrique Capriles. Como diría algún joropo
llanero, de esos que tanto gustan al Presidente Chávez, nubes negras cuelgan sobre
el horizonte y la oposición todavía no ve el sol.
Desde el comienzo de la campaña,
los retos para cualquier candidato opositor parecían muy grandes pero
remontables. Los problemas de violencia en el país, de derroche, corrupción,
escasez de alimentos y fallas en los servicios públicos, entre otros, hacían
prever un nivel de cansancio con el régimen actual que podría estar
aproximándose a la saturación. Más tarde,
se creyó que la enfermedad de Chávez y su larga permanencia en Cuba dejarían un
espacio que podría ser ocupado por el candidato de la oposición unida. Sin embargo, el manejo que el gobierno le dio
a la enfermedad y la atención constante de los medios, hicieron que Chávez
mismo, o su imagen, copara ese espacio. Como el mismo Presidente lo dijo con
ocasión de su recaída, “Chávez ya no soy yo; Chávez está en las calles y se
hizo pueblo, se hizo esencia nacional”. Y el Mesías venezolano resucitó, con
menos energías pero decidido a quedarse en el poder.
La identificación de los sectores populares venezolanos, mulatos, mestizos y negros con Chávez, desde siempre, fue evidente. Se reconocieron en él, lo vieron como uno de ellos. Con sus discursos y promesas, Chávez les fue mostrando que sentía sus problemas como propios y les prometió que asumiría su defensa y protección frente a las oligarquías blancas que siempre los habían explotado. La identidad y la confianza resultantes son factores esenciales para poder ganar elecciones en los tiempos de hoy y para mantenerse en el poder.Para Henrique Capriles Radonski resulta mucho más difícil demostrar a los sectores populares que es como ellos y que se compromete seriamente a luchar por sus intereses. No solo su piel es más blanca y sus rasgos más europeos, sino que forma parte de una familia “burguesa” con apellidos extranjeros. Como si fuera poco, inició su carrera como miembro de uno de los desprestigiados y casi desaparecidos partidos tradicionales. Cuando Capriles apenas estaba comenzando a identificarse a sí mismo y a proyectarse como el futuro y el camino para una Venezuela mejor, Chávez se le adelantó y lo bautizó con un venezolanismo despreciativo: “majunche”. Es decir, poca cosa, pendejo.
El electorado natural de Henrique Capriles, como candidato de la oposición, se encuentra en los sectores de las clases medias y altas, perjudicados por el gobierno de Chávez, entre aquellos que no comparten la marcha hacia el socialismo del siglo XXI, la radicalización del régimen y la polarización que promueve. Así mismo, entre los que definitivamente se cansaron de las promesas incumplidas y los problemas sin resolver, pese a los millonarios recursos del país y del gobierno.
Pero Capriles ha estado tratando de conquistar votantes entre las clases baja y media-baja. Por ello, su estrategia ha estado centrada en evitar los ataques directos y personales a Chávez, para no producir reacciones negativas entre los chavistas sentimentales, quienes pueden todavía quererlo personalmente, a pesar de estar cansados y desilusionados. Para tratar de atraer a este tipo de votantes, la estrategia parece adecuada. Así mismo, ha venido utilizando la táctica que los asesores políticos llaman de triangulación: tomar ideas y programas exitosos del contrario, reempacándolos y presentándolos como propios.
En el caso del programa de las misiones, la táctica dejó de ser de triangulación y reempaque innovador, para convertirse en apoyo a un programa de sello claramente chavista. Ha aclarado que se compromete a mejorarlas. No es difícil imaginar que los principales beneficiarios del programa, que son los pobres, estén pensando: “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Si no existe identificación con el candidato, no existe la confianza de que cumplirá sus promesas.
En las campañas políticas en Venezuela todavía ocupan un lugar central las grandes manifestaciones populares con discursos, que son transmitidas por los medios de comunicación. Chávez ha innovado creativamente esas formas de movilización, ofreciendo no sólo sus palabras sino la oportunidad de dialogar con los asistentes, a quienes les abre un espacio de participación real. A pesar de que el Mesías resucitado tiene menos energía y hace manifestaciones con menos frecuencia, ellas siguen siendo espectáculos divertidos, en los que hay de todo: patriotismo, sentimentalismo, promesas por doquier, frases punzantes, chistes, poesía, música y baile.
Henrique Capriles no es un orador de plaza pública brillante. Ese no es su espacio ideal. En consecuencia, viene recorriendo el país y yendo a muchos pueblos, aún a aquellos que son pequeños y están alejados de los principales centros urbanos. En sus giras, hace visitas casa a casa. Este esfuerzo monumental parece no estar teniendo todo el impacto que merece, ya que la televisión privada prácticamente desapareció de Venezuela y las estaciones gubernamentales son utilizadas de manera cínica para hacer campaña por Chávez. Para que un candidato nuevo pueda llegar al electorado de los sectores populares, requiere de una exposición grande a través de la TV. A votantes de clase media o alta, puede llegar a través de las nuevas redes sociales y el Internet. Sin embargo, los que en nuestro mundo utilizan estos medios son una minoría.
Mientras tanto, el Presidente Chávez y su gobierno hacen campaña con los recursos del Estado, entregando casas, electrodomésticos y ayudas, con la promesa de que si es reelegido dará más. Todo ello es transmitido en colores y alta definición.
A pesar de ser un candidato joven, fresco, atractivo y telegénico, las ventajas del monopolio gubernamental de los medios electrónicos de comunicación, el uso y abuso del voluminoso presupuesto gubernamental y la falta de controles por parte de otros órganos del Estado, entre ellos los electorales, vienen haciendo que el camino hacia el triunfo de Capriles parezca cuesta arriba.
En tu artículo existen muchas imprecisiones y medias verdades (o mentiras completas) que inducen al lector a esbozar una falsa imagen del debate electoral venezolano y que, necesariamente, tienen vocación de parcialidad y obscurantismo. Para no alargar mi comentario sólo identifico una de tantas imprecisiones que repiten a diario las cajas de resonancia de la Oligarquía Internacional con el afán de desorientar al votante y obtener réditos a favor de Capriles y esta es:
ResponderEliminar"...las ventajas del monopolio gubernamental de los medios electrónicos de comunicación..." cuando la realidad es que "....El 85 % de los medios de comunicación en Venezuela son privados..." y están orientados a difundir la ideología y los programas de los sectores más reaccionarios y antipopulares venezolanos que desean fervientemente que regresen las épocas más cavernas y trogloditas de la mano de los desprestigiados partidos tradicionales.