El humo negro que todavía está saliendo de la refinería de Amuay en
Venezuela está tiznando la cara del Presidente Chávez y de todo su gobierno. Si
no logran limpiarlas pronto, las repercusiones electorales pueden ser muy
significativas.
En materia de elecciones muy rara
vez hay resultados seguros. De repente estalla un escándalo sobre alguno de los
candidatos, se produce un hecho que pone de presente la incompetencia del
responsable o un fenómeno natural afecta el país, sin que las autoridades
atiendan adecuadamente a los damnificados, para que se produzca un tsunami en
la opinión pública. Solamente después de que los votantes han expresado sus
preferencias en las urnas y los votos se han contabilizado correctamente, se
puede saber quién o quiénes fueron los ganadores legítimos. Cuando algunos
analistas pensábamos que las elecciones parecían cuesta arriba para el
candidato de la oposición, Henrique Capriles, estalló la más importante
refinería en Venezuela, con un resultado, hasta este momento, de 48 muertos y
muchísimos heridos.
Sucede que tres días después de
la conflagración, los bomberos y técnicos no habían logrado apagar el incendio.
No obstante lo anterior, el lunes por la mañana el Presidente de PDVSA declaró
que el fuego estaba contenido en el área de los dos tanques de depósito en
llamas. Por la tarde, el Vicepresidente de la República informó que un tercer
tanque se estaba incendiando. ¡Quiera Dios que la grave situación no se les
siga saliendo de las manos!
Hasta ahora, los destrozos no se
limitan a lo sucedido en la refinería. Con ella estallaron edificaciones
vecinas, algunas de las cuales eran ocupadas por miembros de la guardia civil y
sus familiares. Otras, por humildes familias que perdieron todo. Finalmente,
también fueron afectadas fábricas aledañas. Sus empleados, de la noche a la
mañana, quedaron sin sus empleos y fuentes de ingreso.
Es probable que esta tragedia
haya sido causada por falta de mantenimiento oportuno y por incompetencia en el
manejo de la planta. Existe el testimonio de varios obreros de PDVSA que desde
horas antes sintieron un fuerte olor a gas. Igualmente, los de trabajadores de
una fábrica vecina que sintieron el mismo olor y fueron autorizados a dejar la
edificación antes del final de sus turnos. Lamentablemente, los trabajadores
del siguiente turno no fueron evacuados y muchos de ellos fallecieron. Uno
alcanzó a enviar un dramático mensaje de texto, minutos antes de morir, en el
que daba cuenta del fuerte olor a gas. El Presidente Chávez no ha aceptado la
explicación de que, por falta de adecuado y oportuno mantenimiento, escaparon
gases que terminaron por convertir la refinería en una poderosa bomba que
estalló. Tememos que su promesa de llevar a cabo una estricta investigación no
será cumplida antes de las elecciones.
No obstante lo anterior, el humo
negro que se desprende de las llamas del complejo petrolero de Amuay está
cubriendo, no sólo el cielo de la refinería, sino el prestigio que todavía
conservaban el Presidente Chávez y su gobierno. Más aún, si la información oficial
respecto de la existencia de suficiente gasolina para satisfacer la demanda
interna no resulta cierta y si en Amuay no se pueden reiniciar pronto las
labores de refinación, la paciencia de la población venezolana terminará por
agotarse, a pesar de la manera discreta y contenida con la que han informado
los medios.
A esta tragedia se suma la
ocurrida hace pocos días en el centro penitenciario Yare I, cuando un
enfrentamiento entre reclusos dejó un saldo de 25 muertos. Cifras no oficiales
calculan que durante el primer semestre de este año más de 300 reclusos han
perdido la vida en este tipo de enfrentamientos.
Para no hablar de los
damnificados por las lluvias de la semana pasada que todavía no han sido atendidos.
Cuando el Presidente anunciaba la organización de apoyo para las islas del
Caribe que fueran afectadas por la Tormenta Tropical Issac, 1.500 familias del
Táchira seguían aisladas y sin alimentos a causa de los derrumbes causados por
el invierno.
Todos estos hechos están teniendo
como resultado el aumento en el número de venezolanos que se preguntan quién o
quiénes los gobiernan, quién asume responsabilidades y hasta cuándo van a tener
que aguantar. Esta reflexión puede conducir a un gran aumento en la votación
por Henrique Capriles. Lamentablemente, y como lo señalé en mi columna de hace
diez días, “las ventajas del monopolio gubernamental de los medios electrónicos de comunicación…y
la falta de controles por parte de otros órganos del Estado, entre ellos los
electorales” pueden conducir a que la voluntad de los votantes no sea
reconocida en los resultados “oficiales” de las mismas. Sin una efectiva
observación electoral externa, las autoridades pueden idear mecanismos para
amañar los resultados a su favor.
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