En lo que se refiere a mentiras, engaños, distorsiones y
cinismo, la reciente convención republicana pasará a la historia como una de
las peores en la historia de los Estados Unidos.
Las convenciones de los partidos
en EEUU ya no cumplen la función de elegir los candidatos de los partidos para
la Presidencia. Ellos ya llegan seleccionados, después del largo proceso de las
primarias. En consecuencia, no existen sorpresas o emoción.
El papel que cumplen las
convenciones, ahora, es el de servir como acto de unificación partidista y de coronación
del candidato respectivo, ofrecer una imagen positiva de él y su compañero de
fórmula para la vicepresidencia, entusiasmar las bases, conquistar nuevos
votantes y exponer la propuesta. Vamos a ver qué tanto cumplió la convención
republicana de la semana pasada:
El partido republicano hizo
esfuerzos por mostrarse como un partido amplio e inclusivo. Su gran reto es el de conquistar el voto de un
mayor porcentaje de mujeres, latinos y afroamericanos. De allí que entre los
oradores escogidos hubiera un gran número de representantes de dichos grupos.
Sin embargo, cuando las cámaras mostraban los delegados, el panorama era
impresionantemente blanco, blanco, blanco y rubio, rubio, rubio. Aquí o allá,
se captaba un muy reducido número de personas de color y razas distintas. Casi lucían como elementos
de decoración para romper la monotonía cromática. Esta contradicción podemos
considerarla como la primera embarrada.
La participación del admirado
Clint Eastwood, justo antes del candidato Romney, se constituyó en una comedia
de equivocaciones. Al principio, cuando un Eastwood muy envejecido, despeinado
y de voz cascada pronunciaba palabras sin orden o sentido aparente, los
presentes no entendían lo que estaba sucediendo: estaba haciendo el show de la
silla vacía, en la que se le habla a un personaje imaginario que se supone la
ocupa. El personaje era Obama. Cuando los presentes entendieron, rieron mucho.
Confieso que también reí, pero después sentí un inmenso pesar por el gran
Eastwood, el actor y director y, más recientemente, el relator del patriótico
comercial que puso a hablar a los Estados Unidos. Hizo el oso.
Por su parte, el orador principal
de la primera noche de la convención, el gobernador de New Jersey, no pudo
frenar sus ambiciones y egocentrismo. Cuando se suponía que era al mayor
responsable de exaltar la figura y las propuestas del candidato, sólo hasta que
llegó a la palabra 1.800, de las 2.000 que tenía su discurso, mencionó el nombre
de Romney. La mayor parte la dedicó a destacar sus propias experiencias y
éxitos en su Estado o a exaltar sus virtudes como líder. ¡La embarró! En lo que se refiere a mentiras, engaños, distorsiones y cinismo, esta convención pasará a la historia como una de las peores. En primer lugar, casi todos los oradores acogieron la acusación de que Obama había afirmado que los empresarios no habían construido sus empresas. Lo que quiso decir el Presidente es que la infraestructura construida por el Estado había facilitado el desarrollo de la empresa privada. Lo citaron de manera amañada para acusarlo de enemigo del sector privado.
El propio candidato Romney cayó en algunas mentiras o distorsiones. La principal fue la de que reiteró la acusación de que Obama se propone recortar en 715 billones de dólares el programa de salud para los pensionados (Medicare) para financiar su reforma del sector, con lo cual perjudicará a las personas mayores ya retiradas. No, lo que propone Obama es un esquema para disminuir los costos de Medicare y las sumas que facturan médicos y hospitales, sin perjudicar a los pensionados. Más aún, hace algunos meses Ryan propuso desde el Congreso la misma suma de recortes en los costos de ese programa y Romney posteriormente lo apoyó.
Hablando del candidato a la Vicepresidencia, indiscutiblemente se coronó como el más mentiroso. No había terminado sus palabras, aplaudidas entusiastamente por los convencionistas, cuando los periodistas enumeraron por lo menos seis mentiras relacionadas con las propuestas o realizaciones de Obama respecto de la reforma a la salud, Medicare, creación de empleos, fracaso de una empresa automovilística, presupuesto y la comisión creada para solucionar el déficit. Llegó al cinismo de atacar al Presidente por el fracaso de dicha comisión, cuando Ryan fue uno de los artífices del fracaso, al oponerse radicalmente a sus recomendaciones. Se ganó seis pinochos.
Después de las convenciones de cada partido, sus candidatos ganan algunos puntos en las encuestas. Esas ganancias algunas veces persisten, y en otras ocasiones se desvanecen.
En el caso de la convención
republicana de la semana pasada, los delegados presentes en Tampa gozaron y se
rieron de lo lindo. Por primera vez, quizás, demostraron real entusiasmo por
Mitt Romney y veneración por Paul Ryan. Se puede decir, entonces, que sirvió
para reunificar el partido y entusiasmar las bases. Sin embargo, los resultados
de las encuestas hasta ahora publicadas no se movieron en su favor. Cero de
ganancia. Lo anterior puede querer decir que los personajes y los discursos se
vieron y sonaron mejor en el salón de la convención, ocupado por los más
activistas miembros del partido, que en los hogares que se conectaron a través
de la televisión u otros medios de comunicación.
La gran falla de esta convención,
entonces, sería la de que no aumentó la intención de voto por Romney, entre los
sectores que debía conquistar: el de los todavía indecisos, mujeres y minorías.
Una conclusión más clara se podrá sacar después de la convención demócrata que
finalizará el jueves de esta semana.Y es que el discurso de Romney estuvo literariamente bien escrito, pero fue muy pobre en detalles sobre lo que se propone hacer en caso de llegar a la Presidencia. Es más, su programa de cinco puntos no sólo fue planteado de manera muy superficial, sino que representa principios elementales de la ortodoxia conservadora. Muchas de las frases bonitas contradicen algunas de sus propuestas, y las ideas planteadas por Ryan desde la Cámara de Representantes, que fueron apoyadas calurosamente por Romney. Difícil que, con éste programa, conquiste indecisos y votantes más liberales.
La esposa del candidato, Ann Romney, desempeñó un papel adecuado, presentando detalles sobre su matrimonio, las cualidades personales de su esposo y su carrera. Parte de su misión era la de tratar de humanizar a un candidato que todavía es percibido por muchos como insensible a los problemas y aspiraciones del norteamericano corriente y sin principios firmes. La señora Romney cumplió esta parte de su función adecuadamente. Mejor de lo que muchos esperábamos. De otra parte, dedicó gran parte de sus palabras a seducir las mujeres votantes, que se muestran tan esquivas en el apoyo a Romney. Ella misma se proyectó como una mujer valiente en la enfermedad, de carácter y que ama a su marido. Queda en duda que haya logrado convencer a un porcentaje significativo de sus congéneres.
El mayor acierto de la Convención fue la presentación de la exsecretaria de estado, Condoleza Rice. Su discurso fue de altura: el de una estadista que sabe lo que está diciendo. La manera como lo pronunció y ella se presentó, muy acertadas. Quedó posicionada como una de las líderes más valiosas e intelectualmente sólidas en el partido republicano. Si ella hubiera sido la compañera de fórmula para la Vicepresidencia, como tantas veces se rumoró, Romney tendría más posibilidad de atraer el voto de las mujeres y las minorías.
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