viernes, 18 de noviembre de 2011

ESTADOS UNIDOS, QUE LIO

Publicado en mi blogg DESDE WASHINGTON en Semana.com el 18 de noviembre, 2011.
En los Estados Unidos, como en Europa, los problemas para sacar la economía de la crisis son en este momento más políticos que técnicos. Son de gobernabilidad. Colombia ya no es “el Tíbet de Suramérica” al que se refería el Presidente López hace más de 35 años. Su futuro depende también de lo que pase en los Estados Unidos y en la Unión Europea. De allí que nos interese hoy, más que nunca, el seguimiento del tema electoral.
Los gobiernos demoran en arrancar. Falta de experiencia, poca coherencia y claridad y  cierta timidez para tomar el toro por los cuernos, son algunas de las razones. Y el gobierno del Presidente Obama no fue una excepción.
Mientras arrancaba motores, en medio de una profunda crisis económica, sus márgenes de maniobra política se fueron disminuyendo. Se vinieron encima las elecciones de medio término sin que las clases medias y los pobres sintieran que las medidas adoptadas estaban mejorando su situación económica y perspectivas. El movimiento del Tea Party fue ganando notoriedad e influencia dentro del partido republicano. Lograron elegir varios congresistas y mandatarios en estados clave. El partido demócrata perdió sus mayorías.
No obstante su anacronismo y profundo conservatismo social, los del Tea Party han continuado aumentando su influencia dentro de los republicanos. Su punto de vista de que el problema es el gobierno y que,  en consecuencia, hay que mermarle sus ingresos y achicarlo sustancialmente  se fue afianzando.
Todavía hoy muchos se preguntan, entre ellos Bill Clinton, por qué el gobierno de Obama no buscó que se aumentara el techo legal de la deuda, antes de que las  mayorías demócratas se esfumaran. Cuando quiso hacerlo, lo republicanos trapearon con él y su imagen como líder sufrió un enorme desgaste. El país se vio, por primera vez en su historia, al borde de la cesación de pagos.
El diálogo entre el gobierno y la oposición para buscar soluciones consensuadas al problema de la deuda, fracasó, ante la inflexibilidad republicana. Se conformó en el congreso una comisión paritaria de los dos partidos para acordar las fórmulas que permitan disminuir el déficit en 1.2 millardos de dólares en diez años. El plazo con que cuenta dicha comisión para presentar sus propuestas a ambas cámaras vence la semana entrante. De no ser aprobadas por las plenarias antes del 23 de diciembre, el gobierno deberá proceder a hacer recortes anuales a los gastos de todas las instituciones durante diez años. La mitad de dichos ahorros provendrá del sacrosanto presupuesto del Pentágono. (Las partidas de ayuda internacional, incluyendo Plan Colombia, podrían verse afectadas). A pesar de lo anterior, hasta la fecha, la comisión está empantanada.
Bajo la influencia del Tea Party y de los sectores más reaccionarios, los congresistas republicanos han adoptado como principio el de que no aprobarán más impuestos o el recorte de beneficios con que cuentan actualmente los más ricos y las grandes corporaciones.  Es tan fuerte esta tendencia, que inclusive todos los precandidatos republicanos han asumido dicho compromiso, no obstante que la mayor parte de la población apoyaría el aumento de algunos impuestos. 
En lo que a los demócratas se refiere, a pesar de que han aceptado la disminución de gastos y el ajuste a programas sociales como Medicare (salud) y el seguro social, exigen que la solución sea balanceada entre recortes de gastos y mayores ingresos.
En los Estados Unidos, como en Europa, los problemas para sacar la economía de la crisis son en este momento más políticos que técnicos. Son de gobernabilidad. Como señaló recientemente el Fondo Monetario Internacional,  "la parálisis política y la incoherencia han contribuido a exacerbar la incertidumbre, la falta de confianza, y la inestabilidad financiera".
Si se tiene en cuenta la grave situación que se vive dentro de la Unión Europea, con varios países al borde del precipicio, la falta de acuerdos en el Congreso de Estados Unidos aumentará notoriamente esa incertidumbre y la inestabilidad internacional. Aquí como allá, las consecuencias serán, no sólo económicas y sociales, sino también electorales. A eso juegan los republicanos.
Si en Europa los gobiernos de Portugal, Irlanda, Grecia y recientemente Italia cayeron empujados por el inconformismo de las mayorías, probablemente ocurra lo mismo en España y los Estados Unidos.
En España, las posibilidades electorales del Partido Socialista ya parecen perdidas. Obama y los demócratas todavía tienen probabilidades de sobrevivir. Eso dependerá de su habilidad para unificar mensajes y convencer a los votantes de que los grandes responsables de la crisis y de su profundización son los republicanos: por su extremismo, recalcitrancia y  obstruccionismo, y por su entrega a los intereses de los más ricos y las grandes empresas. De igual manera, dependerá de las dificultades que tenga quien finalmente sea seleccionado como candidato de la oposición (probablemente Romney) para moverse más hacia el centro del espectro político y conquistar el voto de los independientes.
Seguiremos en sintonía.

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