Chávez en Venezuela, los Kirschner en la Argentina y Ortega en Nicaragua ya se habían inventado trucos para torcerle el cuello a las constituciones de sus países y eternizarse en el poder. Pero el mayor de los escándalos es el que están protagonizando Álvaro Colom y su mujer en Guatemala, en lo que bien se puede calificar como una opereta trágico-cómica.
Está surgiendo una nueva forma de eternizarse en el poder, no en cabeza propia, sino a través de las esposas. Ya se tenían precedentes, cuando Perón llevó como su fórmula para la Vicepresidencia de la Argentina a Isabelita quien, a su muerte en 1974, lo sucedió en el poder. Veinte años antes, no pudo lanzar como compañera de fórmula a Evita, quien estaba ad portas de la muerte por un cáncer. Perón y Evita dejaron una marca profunda en Argentina, que perdura. En el mundo entero, por lo menos, nos quedó la fascinante leyenda de Evita y una magnífica opera moderna con una canción que todavía resuena: “No llores por mí Argentina”.
Por la anterior experiencia, quizás a los argentinos no los tomó por sorpresa la pirueta de los Kirschner. Néstor pasó de gobernador de una alejada y pequeña provincia, con no más de 600.000 habitantes, a Presidente de la República. Cristina ya había sido diputada nacional por Santa Cruz, su provincia. Cuando Néstor ascendió, ella también lo hizo y llegó el Senado de la República por Buenos Aires.
Durante su período presidencial, Néstor cumplió una positiva gestión económica y estabilizó las finanzas públicas y las cuentas externas, en un momento de grave crisis en el país, cuando presidentes ascendieron y cayeron en el curso de unas pocas semanas. Al mismo tiempo, en el campo político, Kirschner debilitó a los sectores y líderes que le podían competir dentro del Justicialismo y se convirtió en dueño y señor de ese movimiento. No cambió la Constitución para poderse reelegir, pero logró la designación de su mujer, Cristina, como la candidata oficial del partido y, luego, como la nueva Presidenta de la República. Cristina tiene la formación académica, la experiencia y la capacidad intelectual para ejercer el cargo. Pero las mayores ambiciones políticas las tenía Néstor. El corazón le jugó una pésima pasada. Estando como Secretario de UNASUR, una crisis coronaria se lo llevó antes de que pudiera cumplir con, la que se decía, era su aspiración de regresar a la Presidencia, después del período de intervalo de su esposa. Muchos argentinos se preguntan hoy si “la Reina Cristina” buscará su reelección. Habrá que hacerle seguimiento a ese nuevo capítulo de la ópera política argentina.
Pero lo que viene ocurriendo en Guatemala es distinto a lo que sucedió en la Argentina: no es una ópera sino una vulgar opereta, en la que la que el papel tradicional del hombre obsesionado por mantener el poder, se cambió por el de la mujer que, desde siempre, ha querido llegar personalmente a la más alta posición del Estado, sin tener las calificaciones para el cargo. A Sandra Torres de Colom no le ha sido suficiente ser Primera Dama, el poder detrás del trono. Siempre ha querido ser la Presidenta.
Conocí a Colom en un vuelo entre San Salvador y Washington. Venía con su mujer en los asientos detrás de los nuestros. Yo estaba acompañando a un grupo de diputados del FMLN, invitados al BID para una serie de reuniones. Los diputados me los presentaron y, durante todo el viaje, me llamó la atención que quien llevaba la parada en el diálogo con los diputados salvadoreños no era él sino ella. Colom parecía bastante discreto y hasta triste. Ella, por el contrario, muy animada y “opinadora”. Con un maquillaje de diva trasnochada.
Después de posesionado Colom, ella siempre ha exigido ser sentada a la mesa, al lado del Presidente, en cualquier acto, conferencia o reunión, al estilo de lo que hace la señora de Ortega, a quien llaman “la bruja” en Nicaragua. Muchas veces esa exigencia pone en aprietos protocolarios a los organizadores del evento. En casi todos los demás países, las primeras damas, más discretas, se sientan en la primera fila entre la audiencia.
Lo que no sabían los guatemaltecos, cuando eligieron a Colom, es que la aspiración de la señora Sandra Torres no era la de apoyar a su marido como primera dama, sino la de reemplazarlo como jefe de estado al final de su mandato. El discreto Colom ha aceptado las exigencias de su esposa, Sandra Torres, y ha solicitado el divorcio para saltarse la norma constitucional que prohíbe que parientes cercanos del mandatario en ejercicio lo puedan suceder. Así de simple y de cínico.
En declaraciones a la prensa, Torres ha dicho que la decisión de divorciarse se tomó después de su postulación, “con el fin de despejar el camino legal”.
Finalizó sus declaraciones con una frase que deberá quedar registrada en la canción de apertura de una opereta en su honor: “Mi amor por el Presidente es grande y sólido, pero mi amor por el país es ilimitado e incalculable”.
Pobre país!
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