Columna publicada en mi blog DESDE WASHINGTON en Semana.com el 25 de abril, 2012.
¡Todos que estábamos tan contentos con la Cumbre! Y salieron las fufurufas con los muchachos del servicio secreto a tirarse la fiesta. Resulta inaceptable.
Tutina en todas las fotos de los eventos aparecía elegantísima. Definitivamente, su porte es el de una princesa española. Perdón, el de una princesa española no, porque las hijas del Rey Juan Carlos se parecen a Doña Sofía. Sufridas pero feísimas. Me estoy refiriendo a la esposa del heredero de la corona, Doña Letizia, con todo y su bulimia.
Habíamos logrado que los médicos en Cuba impidieran el viaje del Presidente Chávez, cosa que hay que agradecerles. Es posible que el autor intelectual del frenazo al Jefe de Estado Venezolano fuera el mismo Raúl. Hay que reconocer que, después de la visita de nuestra Canciller y la del Presidente, se mostró totalmente comprensivo frente a las razones que tenía Colombia para no invitarlo. Y el tipo es tan querido (al fin y al cabo caribeño), que se dejó convencer para no dejar venir a Chávez.
De otra parte, parece que fue el propio Fidel el que aceptó hacerle una llamada al Presidente de Nicaragua para que no se le ocurriera aparecerse por Cartagena durante la magna Cumbre. Para él resultaba preferible que Juan Manuel o Cristina de Kirschner fueran los encargados de defender la presencia de Cuba en las reuniones hemisféricas y no el desprestigiado y burdo Daniel Ortega, quien no tiene autoridad moral para defender la democracia modelo cubano. Menos burdo que su mujer, claro está, quien quedó muy apesadumbrada por no haber podido viajar y aprovechar la ocasión para visitar algunos curanderos famosos. Porque de éso también tenemos en Cartagena. No me estoy refiriendo a Campo Elías Terán, el Alcalde de la Ciudad Heroica, quien sale a las calles a caminar, después de sus duras jornadas de trabajo. Pero don Campo Elías parece no darse cuenta de lo que sucede en su ciudad. Ni siquiera del creciente número de muchachas, con minifalda y tacones de más de una cuarta, que se paran en las esquinas y les dicen piropos a los turistas. Debe ser que a él no lo piropean. Las fufurufas tienen razón.
Estábamos tan orgullosos porque nuestro Presidente había mojado carátula de la revista Time. En su edición para Africa, cierto, pero de todas maneras, Time es Time y no el diario del mismo nombre, en español, que tenemos en Colombia. Que a dios gracias regresó a manos colombianas, para ver si lo mejoran tanto en su versión impresa como en la virtual. Porque, justo es decir, los colombianos que vivimos en el exterior somos muy sufridos. En la página principal del .com no leemos sino noticias sobre muertos, nuevos acusados por corrupción, líos en la justicia y, por último, escándalos en el jet set. Ya no sabemos si creer en sus editoriales tan positivos o en su edición en el Internet.
En verdad, todos estábamos muy contentos. Hasta Obama había aceptado quedarse dos noches en Cartagena. La ciudad es tan atractiva que, hasta Hillary, quien fue una candidata presidencial muy serie y retraída, se animó a acompañar a sus colaboradores a un recreo en el Havana Bar. Tomó cerveza Aguila a pico de botella, rio a carcajadas y azotó baldosa para desentumirse, después de las eternas reuniones y discursos que tuvo que aguantar. Porque es que algunos cancilleres latinoamericanos son muy cansones. Dale que dale con lo de las Malvinas y con lo de Cuba.
Con lo del escándalo del servicio secreto, se aguó la fiesta. Salieron los congresistas republicanos a darse golpes de pecho y a decir que Obama no había vigilado bien a quienes están encargados de vigilarlo a él. Y que se había puesto en peligro la seguridad del estado. “¿Quién nos dice que estas chicas alegres no eran espías de China o de Rusia?” preguntaron varios. Bueno, no era para tanto. Con tal de molestar a Obama, hasta gradúan nuestras muchachas de Mata Haris.
Lo peor fue la tacañería del Servicio Secreto. Como bien dicen en Colombia, éso de no querer pagar la tarifa acordada resulta injusto e inmoral. Después de todo lo que Gabriel Silva luchó, en las negociaciones del Tratado de Libre Comercio, para que los cuartos traseros de los Estados Unidos no fueran importados a Colombia pagando tarifas muy bajas, que quebrarían los nacionales, vienen estos gringos a no querer pagar una tarifa decente por nuestros cuartos traseros o delanteros. Como quiera que haya sido. Con razón, el Embajador ha renunciado. Lo que sucedió fue indecente.
Y lo del Hotel Caribe, es cuento aparte. Cobran a las fufurufas que acompañan a los turistas que allí se hospedan una tarifa bastante alta y, después de que las exprimen, las obligan a salir a las 6 de la mañana, con semejante trasnocho y guayabo. No les dan siquiera un desayuno continental. Están violando los derechos humanos, especialmente los de las mujeres. Ya le anuncié a mi esposo que allí no me vuelvo a quedar. ¡Ni más faltaba!
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