Entré relativamente tarde al
uso de tabletas electrónicas. Vivía fuera de los Estados Unidos y todavía no
estaba contagiada por el furor que estos aparatos estaban causando. La oficina
donde trabajaba me había suministrado un BlackBerry y un buen laptop, y eso me
parecía suficiente.
Apenas regresé a Washington,
compré un BlackBerry de generación más reciente (el Torch) y un laptop de 13
pulgadas de Sony, el más liviano (3 libras),
delgado y rápido que en ese momento existía en el mercado. Si hubiera
esperado seis meses, hubiera podido adquirir uno semejante, por menos de la
mitad del precio. Desde entonces, decidí que debía estar mejor informada sobre
los avances de la tecnología en esta área.
Sucedió, entonces, que me
enamoré de las tabletas, a pesar de que no tenía claro para que las utilizaría,
más allá de leer libros. (Eso ya lo venía haciendo en el sencillo Kindle de
Amazon que tenía mi marido). Cuando vi
la publicidad del iPad de Apple y examiné de cerca el que tenía una amiga,
sentí una emoción semejante a la que experimentaba cuando, de pequeña, iba a
las tiendas de juguetes de los japoneses en San Antonio del Táchira, Venezuela:
corazón palpitante, pulso acelerado y pupila dilatada.
Quería comprarme este nuevo
juguete electrónico pero no me decidí. Costo muy alto, 499 dólares para el
modelo básico de 16 GB y muy pesado (1.33 libras) para
leer en la cama o en la poltrona de mi biblioteca. No se justificaba adquirir
un aparato de 10 pulgadas, cuando ya tenía un computador bastante liviano de 13.
Comencé a mirar las tabletas
de la competencia, entre ellas las de Samsung, el fabricante coreano de
pantallas de TV, teléfonos y computadores. Los precios me parecieron también
exagerados, a pesar de que su tableta de 7 pulgadas, más liviana que la de
Apple, se ajustaba a la idea que me había formado sobre lo que, personalmente,
podría necesitar. Cuando uno se enamora de juguetes, trata de racionalizar unas
supuestas necesidades.
A mediados del año pasado,
cuando Amazon anunció el lanzamiento de su Kindle Fire, estudié detalladamente
sus especificaciones y me convencí de que, finalmente, había encontrado la
tableta que complementaba adecuadamente los aparatos que ya tenía. Con su
pantalla de 7 pulgadas a colores, con una resolución que me parecía suficiente,
8 GB de memoria, 413 gramos de peso y un costo de sólo 199 dólares, tendría a
mi alcance los cientos de miles de libros, películas y programas de TV que
ofrece Amazon, más los periódicos de Colombia, Venezuela y España que leo muy
frecuentemente y, por supuesto, la revista Semana que es el primer lugar en la
Web que examino todos los días.
En septiembre me llegó el
Kindle Fire y lo uso todos los días. El tamaño permite sostenerlo con una sola
mano. Es suficientemente liviano para leer acostada. En segundos recibo los
libros y videos comprados en Amazon.com. La nitidez de estos últimos es
satisfactoria. Lástima que el gigante de
las ventas por Internet venda un número tan limitado de novelas electrónicas en
español. Espero que alguien me aconseje en dónde hacerlo, a precios razonables.
Con ese precio comparativamente muy bajo, por supuesto el
Kindle Fire tiene limitaciones. Las que son relevantes para mí son las
siguientes:
· No
tiene posibilidades de conexión a las redes 3G. En consecuencia, no se puede utilizar
como navegador.
· Su
antena es pequeña y en algunos espacios de la casa pierdo la señal del
Internet.
· Es lento
para acceder a esa red.
· El
sonido, si no se usan audífonos, tiene bajo volumen.
· No
ofrece espacio para conectarle una memoria adicional externa.
· A pesar
de que es liviano, después de un rato sosteniéndolo con una mano, me canso.
Después de seis meses de uso, veo que una tableta resulta
útil para mí, además de divertida. De allí que su compra esté justificada.
Frente a las limitaciones
del Kindle Fire seguí investigando las nuevas tabletas que están saliendo al
mercado. El nuevo modelo que Samsung lanzó este mes en el mercado de los
Estados Unidos, el Galaxy Tab con pantalla 7.7, es muy atractivo: muy delgado y
pesa menos que el Kindle Fire. Es la primera
tableta con pantalla Super AMOLED™ Plus. Los colores se ven increíbles y los
contrastes más marcados. La resolución es de 1280 X 800 pixels. Su memoria
interna es de 16 GB y se le puede conectar externamente otra de 32 GB. Tiene
dos cámaras. Sus altavoces son potentes.
No solo se conecta a la red, sino también al sistema 4G LTE de Verizon.
De nuevo, el problema grave
es el del costo. Casi 700 dólares si uno no se suscribe al servicio de
transmisión de datos de Verizon. 499 si se suscribe y asume el costo mensual de
30 dólares (más impuestos y sobrecargos).
En consecuencia, me tocará
esperar a que salga la nueva tableta de Asus MeMo 370T, que parece va a tener
unas características semejantes a la última tableta de Samsung, pero con un
precio que se rumora no será superior a 250 dólares. Amanecerá y veremos.
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