La derrota que sufrió ayer la oposición venezolana en las elecciones de gobernadores y consejos de los estados fue mayor a la que muchos calculábamos. A corto plazo, no le quedará fácil reponerse.
En el Táchira, estado fronterizo con Colombia, que era uno de los pocos bastiones que le quedaban a la oposición después de las elecciones presidenciales de octubre, perdieron. Se habla de divisiones internas y de fatiga del electorado. No debe descontarse como factor el hecho de que el cierre sorpresivo de la frontera, desde el día jueves, impidió que venezolanos que habían pasado a Colombia pudieran regresar a Venezuela para acudir a las urnas, o que votantes potenciales residenciados en Cúcuta y otras ciudades fronterizas pudieran movilizarse para consignar sus votos. La tradición era la de que la frontera se cerraba desde el viernes previo a las elecciones, a partir de la medianoche. El ejército o la guardia nacional se adelantaron y, en la práctica, le suprimieron el derecho al voto a un número de personas.
En Mérida, el otro estado con gobernador de la oposición y en el que Capriles se impuso sobre Chávez en octubre, también perdió por un margen significativo. ¿Qué pasó allí, debilidad del candidato a la gobernación y falta de organización en el terreno para movilizar votantes?
La Mesa de la Unidad deberá examinar estas dos derrotas con cuidado, identificar las fallas y tratar de iniciar una estrategia de recuperación en dichos estados, si es que aspira a continuar en la lucha.
A la oposición le ha quedado el consuelo de que ganó con Capriles la gobernación de Miranda, preservando de esta manera sus posibilidades futuras de liderazgo. Para que Capriles tuviera posibilidades de ser escogido de nuevo como el candidato para enfrentarse al chavismo en las próximas elecciones presidenciales, que pueden llevarse a cabo más temprano que tarde, resultaba esencial que triunfara en su propio estado.
El triunfo de la oposición en Lara y en la Amazonia les sirve en algo de consuelo, pero no puede compenzar las pérdidas en el Táchira, Mérida y Zulia. En este último estado, se veía que la pelea estaba muy difícil y que las posibilidades de triunfo del candidato del gobierno eran bastante altas. Pero la derrota es igualmente costosa y dolorosa para la oposición.
En este blog y en esta dirección, continuaré analizando, en el curso de los próximos días, la situación y evolución de la política en Venezuela.
lunes, 17 de diciembre de 2012
martes, 11 de diciembre de 2012
Venezuela, entre el desconcierto y la esperanza
El futuro inmediato de
Venezuela es complejo. Lo que suceda dependerá de la fecha en la que el
Presidente Chávez se tenga que retirar o fallezca, la actitud de las fuerzas
armadas, la unidad de los partidos oficialistas y la inteligencia y coherencia
de la oposición.
La
selección de Maduro estaba cantada. Al fin y al cabo, desde octubre Chávez sacó
a Elías Jaua de la Vicepresidencia y lo sustituyó por su Ministro de Relaciones
Exteriores. A Jaua lo envió como candidato a la gobernación del Estado Miranda,
ocupada hasta este momento por el excandidato presidencial de la Mesa de
Unidad, Henrique Capriles. A Diosdado Cabello, otra de las personas de su
confianza, y líder del ala militarista dentro del chavismo, lo dejó en la
Presidencia de la Asamblea Legislativa y a la cabeza del partido de gobierno
(PSUV).
Mientras
Chávez continúe vivo y consciente, las
distintas tendencias dentro del chavismo mantendrán la apariencia de unidad y
respetarán sus deseos y órdenes. Lo que pase después dependerá de varios
factores, entre ellos la fecha en que Chávez se tenga que retirar o fallezca, la
actitud de las fuerzas armadas y la inteligencia y coherencia de la oposición.
Los
escenarios que en este momento se vislumbran en Venezuela son los siguientes:
1. Chávez
no sale vivo de la cirugía a la que hoy está siendo sometido o fallece antes
del 16 de diciembre, día de las elecciones de gobernadores. En esas circunstancias, el pueblo
chavista, adolorido y emocionado, saldrá a votar masivamente en honor a su jefe
y elegirá, en casi todo el país, a los candidatos oficialistas. Los estados
Táchira y Mérida, los únicos en donde Chávez perdió en la última elección
presidencial, tienen altas posibilidades de continuar en manos de la oposición.
De lo que pase con Capriles en Miranda, estado en el que Chávez ganó por muy
pocos votos (menos de seis mil) dependerá en gran medida el futuro electoral de
la oposición.
Ahora bien, si pierde en Miranda,
surgirán otras aspiraciones dentro de los partidos y movimientos de la
oposición y el candidato será otro u otros que partirán prácticamente de cero.
Si la oposición se divide, quedará muerta. Si se mantiene cohesionada alrededor
de un candidato nuevo, la posibilidad de
ganarle a un oficialismo todavía unido, y con la maquinaria y el presupuesto
del gobierno al servicio de la candidatura de Maduro, será baja.
2.
Chávez sobrevive la operación y se
recupera lo suficiente para posesionarse en enero y ejercer la presidencia por
un tiempo más, así sea de manera precaria. En ese escenario, en la medida en que el debilitamiento
de la salud del Presidente se vaya haciendo más visible, con el correr del
tiempo las aspiraciones de los distintos sectores dentro del oficialismo se
harán más evidentes y las divisiones y luchas internas por heredar el poder
crearán problemas de gobernabilidad. En un escenario como éste, la oposición
tendría el tiempo y la oportunidad para reagruparse, definir estrategias
ganadoras y seleccionar un candidato de unidad fuerte.
3.
Chávez sobrevive la operación pero
renuncia de inmediato. Regresa al país para supervisar y apoyar la elección de
Maduro. Si este fuera
el escenario, la presencia de Chávez garantizaría la unidad de los partidos de
gobierno, durante el corto período electoral de 30 días, y el triunfo de Maduro
como Presidente. Las probabilidades de que la oposición gane, con Capriles o
sin Capriles como candidato, serían extremadamente bajas.
En
cualquiera de estos escenarios, el futuro inmediato de Venezuela es complicado
y las posibilidades electorales de la oposición, bajas. En la eventualidad de
que se presentara el primer escenario y pudiera lograr el triunfo, llegaría al
gobierno en una situación de debilidad.
Todavía no se conforman
Publicado en Semana.com el 18 de noviembre, 2012.
Hasta el último momento muchos
dirigentes republicanos seguían convencidos de que Mitt Romney derrotaría a
Barack Obama. El propio candidato se demoró, más de lo corriente, en reconocer el
triunfo del Presidente. No salían de su asombro. Perdieron todos los estados que
eran fundamentales para que alcanzaran la mayoría en el colegio electoral,
excepto uno. Perdieron también el voto nacional y no se explicaban por qué.
Miles de palabras siguen siendo
impresas en los periódicos y revistas, pronunciadas en los medios electrónicos
y enviadas a través del Internet para explicar los resultados. Los gobernadores
republicanos se reunieron y entraron en el debate sobre la derrota. Muchos culparon
al candidato, otros a los miembros más extremistas de su partido. Chris Christie,
el gobernador de New Jersey, dijo una verdad de Perogrullo: Romney perdió
porque Obama obtuvo más votos. Los
republicanos intentaron convertir la elección en un referéndum sobre el
Presidente. La campaña de este último no se dejó y la estrategia fue la de
plantearle al electorado una escogencia entre dos personas, dos estilos, dos
ideologías y dos plataformas distintas. En la comparación, la mayoría prefirió
a Obama y decidió reelegirlo.
Pero, en últimas, ¿por qué Obama
ganó el apoyo mayoritario del país y obtuvo los márgenes suficientes para
triunfar en los estados clave para reunir los votos del colegio electoral, a
pesar del alto desempleo y unas tasas de crecimiento que todavía son bajas?
El Presidente salió avante en los
hombros de una coalición compuesta por mujeres en general, sobre todo solteras,
jóvenes de ambos sexos, afroamericanos, asiáticos y latinos. Si, latinos que
salieron a votar masivamente y hoy representan el 10 por ciento del electorado.
En el caso de los hispanos (y en
gran medida de los asiáticos), la alta votación por Obama (siete de cada diez
lo hicieron por él) se explica por las siguientes razones:
· Aspiran a mejorar su situación
económica, ofrecer a sus hijos una educación de buena calidad y tener acceso a
los servicios de salud. Confían en que el gobierno de Obama les ofrecerá estas
oportunidades.
· Piensan que el gobierno tiene un
papel importante que cumplir para fortalecer la pequeña y la mediana empresa,
incentivar la creación de empleos bien remunerados y mejorar la infraestructura.
·
Son
conscientes de que el déficit no se puede solucionar a costa de la clase media
y trabajadora, sin que los millonarios y billonarios paguen mayores tasas de
impuestos.
·
Creen
que Obama tiene los programas más adecuados para continuar solucionando los
graves problemas generados por ocho años del gobierno Bush, la sensibilidad
para entender y apoyar a las clases media y trabajadora y a los inmigrantes que
vinieron a este país buscando un mejor futuro para sus hijos y familia.
Las anteriores razones hicieron
que los latinos se pronunciaran de manera contundente en las urnas. Ya no
podrán seguir siendo ignorados o menospreciados políticamente.
En el caso de los jóvenes de
ambos sexos y las mujeres solteras, el extremismo de los republicanos frente a
los llamados temas sociales, entre ellos la libertad sexual y reproductiva,
resultaron fundamentales para que decidieran seguir apoyando al Presidente, no
obstante las dificultades actuales para conseguir empleo. De igual manera, los
programas de su gobierno para facilitar que los jóvenes de clase media y
trabajadora puedan llegar a la Universidad y seguir estudios de postgrado, sin
que queden quebrados antes de finalizar, y la reforma de la salud que les
garantiza poder contar con estos servicios hasta los 26 años, a través de las
pólizas de sus padres. Romney había anunciado que, de llegar a la Presidencia,
tumbaría la reforma a la salud u
“Obamacare”.
Para los afroamericanos, no sólo el
compromiso del Presidente de apoyar a las clases medias y trabajadoras fue
factor fundamental para otorgarle nuevamente el voto. Las promesas hechas por
legisladores republicanos, desde el
primer día de su primer período, de bloquear las iniciativas de Obama y sus
programas, tuvieron que resultar profundamente ofensivas e interpretadas como
racismo extremo. En consecuencia, 9 de cada 10 afroamericanos apoyaron la
reelección.
De manera más general, y no
obstante la endeble situación de la economía, el hecho de que durante las
primarias Romney se hubiera colocado a la derecha de la derecha y hubiera
abrazado las posiciones más extremas de miembros de su partido en temas como la
libertad sexual y reproductiva, la inmigración y el recorte de los impuestos
para los más ricos, como la fórmula mágica para hacer crecer la economía, fueron
en últimas rechazados por la mayoría de los votantes. La insensibilidad de
Romney frente a las necesidades y aspiraciones de la clase media no pasó
inadvertida. Ya son clásicos sus pronunciamientos y metidas de pata al
respecto. Al final de la campaña general, cuando se movió hacia el centro, las
mayorías no le creyeron. Lo siguieron viendo como un empresario frio y calculador,
dispuesto a decir y prometer cualquier cosa con tal de salir elegido.
El análisis de los avances
técnicos de la campaña de Obama para focalizar los mensajes, movilizar los
probables votantes y obtener los márgenes necesarios para ganar en los llamados estados “swing” y en el colegio
electoral, merece una columna especial. Son muy interesantes.
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