lunes, 27 de febrero de 2012

Populismo y Autocracia: el Caso de Venezuela

Publicado en mi blog DESDE WASHINGTON en Semana.com en Feb 27, 2012.

El Coronel Hugo Chávez Frías tiene el privilegio de haber llevado el populismo latinoamericano a su suma expresión y de representar hoy al auténtico autócrata de nuestro subcontinente. Con su enfermedad, la preocupación sobre el futuro inmediato de Venezuela es grande.

Hay que comenzar por admitir que el surgimiento de Hugo Chávez en Venezuela es no sólo el resultado de su innegable carisma, sino de la incapacidad de los viejos partidos políticos de ese país para intermediar y tramitar las preocupaciones y aspiraciones de las mayorías. Así mismo, de las marcadas diferencias económicas y sociales que existían, no obstante las altas rentas petroleras.

De allí que le haya resultado fácil llegar a la presidencia por elección popular, mediante la estrategia de plantear la lucha y reivindicación del pueblo contra los partidos tradicionales y las oligarquías extranjerizantes. Prometiendo mayor justicia social, redistribución de la riqueza y del poder.

Hugo Chávez, desde un comienzo, expresó su identificación con los sectores mayoritarios de las clases de ingresos bajos y medio-bajos. En la medida en que se fue naturalizando con el poder y sacando de la manga nuevas herramientas de seducción popular, su discurso evolucionó: ya Chávez no sólo era el dirigente que sentía las necesidades del pueblo como propias, sino quien legítimamente lo representaba.

Como le sucede a populistas altamente carismáticos en países con partidos e instituciones débiles, la tentación de fortalecer sus propios poderes y autoridad y debilitar aún más las instituciones propias de la democracia liberal, con sus pesos y contrapesos, es algo que viene por añadidura. Como bien lo señala Carlos de la Torre en su libro, “Populist Seduction in Latin America” los populistas destruyen las instituciones “mientras prometen construir una nueva sociedad sobre las cenizas de los viejos regímenes. Pero las nuevas instituciones algunas veces chocan con las concepción de los líderes de estar por encima de los procedimientos, normas e instituciones”.

Para una persona como Chávez, formada en la academia militar y convencida de las virtudes de las instituciones armadas sobre las civiles, el paso de populista a autócrata resultó un paso natural. A punta de referéndums y de reformas aprobadas por una Asamblea Legislativa, que ya no tenía la menor independencia, fue logrando que se aprobaran sus relecciones y desapareciera la separación de los poderes y la independencia de los otros órganos del Estado. La oposición nunca podrá llorar suficientemente el no haber participado en las antepasadas elecciones legislativas y haberle dejado el espacio libre a las fuerzas chavistas.

La concentración del poder en manos de Chávez es hoy extrema. Ni siquiera los movimientos o partidos organizados por él se han institucionalizado o logrado formar nuevos dirigentes capaces de sustituirlo. La propia legitimidad de dichos movimientos, frente a las mayorías, tiene su origen y depende del líder actual.

Ahora, cuando Venezuela se enfrenta a la incertidumbre sobre su futuro y el del régimen de Chávez, como resultado de su recurrente enfermedad, nadie sabe qué puede suceder. Ni siquiera los más cercanos colaboradores del Presidente, quienes no se atreven a exigir claridad sobre su situación de salud o que, en su ausencia, el Vicepresidente Jaua asuma los poderes que le corresponden, de acuerdo con las normas constitucionales y legales vigentes. Mucho menos iniciar un debate interno y el establecimiento de reglas y mecanismos para su eventual remplazo como cabeza del movimiento y como candidato a la presidencia de la república para un nuevo período. Chávez es la política, Chávez es el Estado.

Con ocasión de su enfermedad, y sobre todo, a raíz de su recaída, el mensaje de Chávez ha ido más allá para describirse como el nuevo mesías. Antes de partir hacia Cuba, el pasado fin de semana, afirmó: "Chávez no se acabó, y, es más, debo decirles que cuando de verdad este cuerpo se acabe, Chávez no se acabará porque Chávez ya no soy yo; Chávez está en las calles y se hizo pueblo, se hizo esencia nacional". La imagen de Jesucristo en los vidrios del vehículo que lo conducía al aeropuerto sirvió para afianzar ese mensaje. ¿Lo cree el pueblo?

De lo anterior dependerá el futuro de Venezuela. Así como del respeto de las fuerzas armadas a los principios y normas fundamentales de la democracia liberal.

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